Por: Tony Bonski
¿Por qué será que los hombres no nos lavamos la cara con jabón? Si eres hombre, y de verdad lo piensas, te vas a dar cuenta que probablemente nunca te lavas la cara con jabón. Yo soy hombre y nunca me la he lavado con algo que no sea agua. Simplemente agua.
Hace unos días hice una prueba y le pregunté a mis amigos del colegio quiénes de ellos se lavaban la cara con jabón antes de acostarse. Mi grupo de amigos es bastante homogéneo. Casi todos somos ingenieros comerciales, vivimos cerca, salimos a comer a los mismos lugares, tenemos los mismos colores políticos y, dentro de, pensamos bastante parecido. Fomes fomes. Es como si fuéramos copias de un grabado. La copia 1 de 20, copia 2 de 20, copia 3 de 20, etc. No, la verdad es que no es tan así. No exageremos. Pero por el “formato” de mis amigos, que los conozco prácticamente desde que tengo uso de razón, sabía que casi todos iban a tener una respuesta negativa a mi pregunta. Pero me equivoqué. No fue que casi todos hayan respondido que “no” cuando les pregunté cuántos de ellos se lavaban la cara con jabón antes de acostarse, sino que todos respondieron que “no”. Movimiento de cabeza hacia el hombro izquierdo buscando la mirada de un amigo, movimiento de cabeza hacia el derecho buscando la de otro, leve levantamiento de éstos, mueca y una pequeña risa. “Qué está hablando este weon, obvio que no” pensaron. Necesitaban la aprobación social de sus pares antes de responder. Y el que quizás podría haber dicho que sí, estaba tanteando terreno si alguien más estaba en su misma posición. Porque ser el único, nunca. Jamás. Somos parte de una manada. Machos alfa. Y tenemos un lema: no nos preocupamos de nuestra apariencia, no nos preocupamos de nuestra piel.
Pero todos los humanos, los Homo Sapiens, somos bastante iguales. Todos provenimos del mono, para los Darwinistas, o de Adán y Eva, para los religiosos y creyentes. Y entre los hombres sabemos que tenemos nuestras cosas que no le contamos ni siquiera a los de nuestra misma especie. Aunque, silenciosamente, sabemos que el compadre de ahí hace lo mismo que uno. Pero jamás se lo vamos a confesar. Secreto guardado hasta la muerte. Pero la verdad, es que los tiempos van cambiando, van avanzado. La arena del reloj nunca deja de caer. Vamos evolucionando. El otro día me sorprendí al escuchar que más o menos el 40% de mis amigos usaba algún tipo de cera para el pelo. No fue una confesión fácil. Mirada por hombro izquierdo, mirada por hombro derecho, leve levantamiento de éstos, y salió. “Yo me echo una cera para el pelo, pero cachai, ni se nota”. “Yo también me echo”. “Yo también”. Y de un minuto para otro nos vimos inmersos en una especie de comunidad, un club, una cofradía de hombres que se preocupan de cómo se ve su pelo. Curioso, pero adrenalínico. Nos sentimos bien, conectados, con un tema en común. La sensación fue media incómoda en un principio, pero de una liberación absoluta después. ¿Han estado alguna vez en una playa nudista? Es lo mismo.
Pero volviendo al tema del lavado de la cara, todos dijeron que no. Que nunca se la lavaban con jabón antes de acostarse. Que eso era algo de mujeres. Y les creo, porque yo tampoco lo hacía. Y eso que soy de los más “abiertos de mente” de mi grupo de amigos. Pero simplemente, no tenía el hábito. Y ahí es cuando me hice la siguiente pregunta: ¿por qué, si cuando me ducho me lavo el cuerpo completo con jabón y el pelo con shampoo, no me lavo la cara? No tiene mucho sentido ¿cierto? Les propongo hacer la siguiente prueba: en la noche, antes de acostarse, pásense un confort o algodón por la cara y vean cómo sale. Negro. Negro como la noche negra. Lleno de tierra, de contaminación y transpiración. Ahora te hago una pregunta: si tuvieras las manos sucias, ¿te las lavarías con jabón? Te apuesto una cerveza que sí.
Los invito a que seamos un poco más millennials. Mejor dicho, un poco más centennials, porque los millennials ya casi nos estamos acercando a los 40. Ya no somos de las “nuevas generaciones”. Ya no somos los que rompemos los esquemas, los que vamos en contra de lo convencional, los que marcamos tendencia. Más allá del grupo generacional al que pertenezcamos (siempre maldiciendo a la cigüeña por haber llegado antes de tiempo), los invito a romper con los estereotipos de la sociedad en la que vivimos. Dejemos de hacer las cosas porque “siempre se han hecho así”. Hagámonos más preguntas y meditemos las respuestas. Atrevámonos. Seamos más egoístas y preocupémonos de nosotros mismos. Comamos sano. Hagamos deporte. Preocupémonos de nuestra piel. Acuérdate que es el órgano más grande y expuesto de tu cuerpo. La piel es piel, y no tiene género. Todos tenemos que cuidarla… así que lávatela, pero con jabón.