Por: Tony Bonski
Los hombres no tenemos que cuidarnos la piel como lo hacen las mujeres. Puede que esa aseveración, hasta cierto punto, sea cierta. Eso sí, por supuesto, va a depender de las mujeres que tengamos cerca y que sean nuestro punto de comparación. Claro está que existen mujeres que no pueden salir ni a la esquina, literalmente, sin echarse cremas, sérums, pintarse los ojos, labios, taparse las arrugas y manchas, y ponerse cuánto producto esté al alcance de esas uñas minuciosamente pintadas como si fueran un fresco de Miguel Ángel. Pero acá no venimos a hablar de “belleza”, sino que de salud. Y de la salud de la piel de nosotros, los hombres.
Yo he sido deportista toda mi vida. Me encanta hacer deporte al aire libre: subir cerros, andar en bicicleta, snowboardear, surfear, y uno que otro deporte más. Pero seamos honestos; no soy digno de admiración de otros por mis dotes deportivos ni de usar parte de los preciados mega bites de la memoria de fotos y videos de los celulares de personas que no me conocen. De mis cercanos, la verdad es que tampoco. Pero ese no es el tema. La cosa es que lo que somos deportistas y nos gusta gozar la naturaleza y las bondades que el Big Bang nos dejó (aunque creo que el Big Bang formó el Universo y no la Tierra), estamos expuestos al sol, al mar, a la sal y otros factores naturales constantemente. Y nada más doloroso, y casi ridículo, que esa quemada de la cara con piel prácticamente virgen por la hibernación, con antiparras en la nieve. Cara de mapache. De chico a mi me pasó miles de veces. ¿Por qué? Porque hace 20 años había menos información y, por ende, menos conciencia de los efectos dañinos del sol. Y yo también un poco porfiado.
Ya quedaron atrás esos años en los que uno bajaba a la playa con amigos en algún sector del Litoral Central sin crema para sol. Sabíamos que había que protegerse del sol y echarse factor, pero era “poco masculino” pasearse por la playa buscando nuestro spot para instalarnos con una crema en la mano. Mejor era, cuando ya estábamos rojos como camarón, pedirle a alguna chiquilla de los grupos de al lado que nos preste crema y, si teníamos suerte, nos la echara en la espalda. Pasando eso, nos íbamos a comprar un Loto inmediatamente. Estábamos con buena racha y no se podía desaprovechar. Hoy en día los cabros pueden correr la misma suerte que nosotros hace 15 o 20 años, pero sin usurpar de los recursos de las vecinas: la crema para el sol. Hoy en día, los cabros andan con su propio factor solar porque han creado conciencia sobre los efectos dañinos del sol. Ya no apuntamos con el dedo ni tildamos de “poco masculino” al hombre que anda con una crema en la playa, sino que justamente lo contrario: apuntamos y tildamos de “irresponsable” al que anda rojo como camarón. Camarón que se duerme se lo lleva la corriente dicen por ahí.. y todos los camarones de principios de los años 2000, deberían estar durmiendo eternamente.
Si bien hoy día los hombres nos echamos crema para el sol, al menos cuando estamos en la playa o piscina, tenemos que reconocer que a todos nos cargaba que nos echaran crema de chicos. Era una tortura. Aunque no sé si era más tortura para nosotros o para nuestras mamás que eran como malabaristas agarrando un brazo por acá, una pierna por allá y a un cabro chico inventando, con una imaginación que cualquier novelista de ciencia ficción querría para sí, que le había entrado crema a los ojos y que no podía ver. Estas escenas no han cambiado y tampoco van a cambiar. Lo que sí va a cambiar y ya está cambiando, es que esos cabros chicos de hace un par de años, los de las malabaristas y los rojos como camarón, hoy se están cuidando su piel. Se la cuidan porque están informados, se la cuidan porque son más conscientes, se la cuidan porque piensan en el futuro, se la cuidan porque es el órgano más grande y expuesto del cuerpo humano. Sí, puede ser que los hombres no nos cuidemos la piel como lo hacen las mujeres, pero hemos ido aprendiendo y dejando de lado los estereotipos. Aunque algunas de pañuelo nos digan lo contrario, nos hemos domesticado y hemos evolucionado.